Working to benefit my region motivates me and makes me proud.
I believe in peace, I believe in the right of all human beings to lead a life of dignity and free of violence in all its forms.
At the Pan American Development Foundation (PADF), I found a crosscutting and comprehensive viewpoint. I marvel at the diversity of work areas and partners: public and private sector, as well as civil society.
Working to benefit my region motivates me and makes me proud.
Living and working in a country with high rates of violence is sometimes difficult. Our work in communities where insecurity or violence have affected the social fabric is a great challenge. It requires the implementation of strategic actions that change this reality in people’s lives, all of which reinforce our commitment to promoting peaceful societies, access to justice for all people, strengthening the rule of law, and improving security conditions throughout the hemisphere.
Graciela is a domestic worker and one of the beneficiaries of a PADF program to promote the labor rights of this population in Mexico. She and I had an interview where she told me her story and how her work allows her to support her daughter and give her an education. We talked about how much discrimination toward domestic workers hurts her, but also the value she recognizes in her work.
When I finished listening to her, I couldn’t help but be reminded of my grandmother who from the age of 12 to 21 was a domestic worker. Thanks to this work, she had autonomy and could support her sons and daughters, including my mother.
The pandemic changed our lives. We stopped meeting in the workplace to plan, organize, and exchange, stopped meeting with the beneficiaries, and canceled activities.
However, this experience made us more supportive, resilient, and creative in some ways. It gave us tools so that, despite the distance and uncertainty, we see each other and the beneficiaries in a more human and empathetic way. We learned more about the needs of the people we work with. We sent medicine to the families of children with disabilities and sent supplies to domestic workers who were laid off during the pandemic.
I started at PADF the year the pandemic began. I remember the development of a couple of communication strategies where the feedback from my team was very important, and I was surprised by the collaborative work. Without hesitation we looked for ways to exchange opinions, share, and collaborate, even if we couldn’t see each other physically.
Then I realized that this form of collaboration is part of PADF – we really are ONE PADF.
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Trabajar para beneficiar a mi región fue un motivador para mí y hoy es un orgullo.
Creo en la paz, creo en el derecho de todos los seres humanos de tener una vida digna y libre de violencia en cualquiera de sus formas.
En la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), encontré una mirada transversal e integral. La diversidad de áreas de trabajo me maravillo, la diversidad de socios: sector público y privado, así como la sociedad civil.
Trabajar para beneficiar a mi región fue un motivador para mí y hoy es un orgullo.
Vivir y trabajar en un país con altas tasas de violencia a veces es complicado. Nuestro trabajo en comunidades donde la inseguridad o la violencia han afectado el tejido social es un gran reto. Requiere la implementación de acciones estratégicas que realmente cambien esta realidad en la vida de las personas, todo ello refuerza nuestro compromiso con la promoción de sociedades pacíficas, el acceso a la justicia para todas las personas, el fortalecimiento del estado de derecho y la mejora de las condiciones de seguridad en todo el hemisferio.
Graciela es una trabajadora del hogar, una de las beneficiarias del programa para promover los derechos laborales de esta población en México. Ella y yo tuvimos una entrevista, me contó su historia, como su trabajo le permite mantener a su hija y darle educación. Me platico lo mucho que le lastima la discriminación hacia su trabajo, pero también lo valioso que ella reconoce de su labor.
Al terminar de escucharla no pude sino recordar a mi abuela que desde los 12 hasta los 21 años fue una trabajadora del hogar. Gracias a este trabajo tuvo autonomía y contribuyó a mantener a sus hijos e hijas, incluida mi madre.
La pandemia nos cambió la vida, dejamos de encontrarnos en el espacio laboral para planear, organizarnos, intercambiar hasta dejar de tener contacto con los beneficiarios, la cancelación de actividades.
Sin embargo, toda esta experiencia nos volvió más solidarios, resilientes, creativos de alguna forma. Nos dio herramientas para que, a pesar de la distancia y la incertidumbre, reconocernos entre nosotros, con las y los beneficiarios, desde una forma más humana y empática. Estuvimos en contacto permanente a través de llamadas para enterarnos de las necesidades de las personas con quienes trabajamos. Enviamos medicamentos a familias de niños y niñas con discapacidad, también enviamos despensas a trabajadoras del hogar que fueron despedidas durante la pandemia.
Mi incorporación a PADF fue en el año en que inicio la pandemia, recuerdo el desarrollo de un par de estrategias de comunicación donde la retroalimentación de mi equipo era muy importante, me sorprendió el trabajo colaborativo. Sin dudarlo buscamos las formas para intercambiar opiniones, compartir y colaborar, aunque no nos pudiéramos ver físicamente.
Entonces me di cuenta que esta forma de trabajo colaborativa es parte de PADF, realmente somos un ONE PADF.
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